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lunes, mayo 15, 2006

XIX

Camino interminable. Un poema
arrastra mis pesares hasta el lado
oscuro de la luna, la sextina
emerge cual ninguna en los mares
de mi desolación. Es solo poco
el dolor que me aqueja, una ingrata
soledad que me deja una pena
elemental al corazón. En paz
con el mundo de mis viejos, no más
orfandad, no más fractura. Que el cuento
resentido en mis huesos camine
hasta el mar de mi locura. Estrofa
petulante, destructora, destino
final de las ideas. Es factible,
por el uso oculto de la rima
de plumaje falaz, que estos mares
de letras sumergidas hagan poco
claro el sentido de la palabra
enredada en su terminación.
En los campos de la lid, los juglares
se baten, cantan la vida del loco
poeta voraz que irrumpe en la cosa
torturante de escribir sus versos
con el rígido mandato del canon.