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lunes, mayo 15, 2006

VIII


Luz de luna, dolor del corazón,
himno que se consagra a mi lado,
luz que ilumina sólo un poco
el espacio y permite que camine
mi verso al lugar de su destino,
puerto arrinconado por los mares,
sueño recurrente, dame la paz
que pide la labor de mi sextina.
Luz de amor, luz de permanencia ingrata,
luz de soledad innata, estrofa
interrumpida en medio del poema,
brillos de cristal, sílabas y versos
que buscan encontrar terminación
plausible en los ritmos de este canon
excéntrico, este delirio loco,
esta alucinación de lo factible,
del poema circular, no escrito
para trovadores, para juglares,
para cantores del vivir. No más
paradojas insertas en la rima,
no más contradicción en la palabra,
no más reproducción de esta cosa
fantástica, no más clamor ni pena.
No más. Una sextina así es un cuento.